miércoles, 31 de mayo de 2023

Noche de lluvia

Esa noche estaba sola en casa, sin nada que hacer, con todo a mi alcance. De repente, la tormenta irrumpió en la calma de mi casa y los ruidosos rayos atacaban sin piedad esta tierra de mortales. Como... me cuesta admitirlo pero... como me dan miedo los rayos encendí las luces de toda la casa y me puse la tele un poco fuerte.

Y se fue la luz. Y me quedé sola, a oscuras, frente a la ira de Zeus. Miré por la ventana. ¿Era la única sin luz? ¿Las farolas de la calle también habían dejado de hacer su función? En medio de esa oscuridad, le vi. Fue un instante pero le vi. Cayó un rayo que iluminó el exterior por completo y pude distinguirlo perfectamente. 

Las lágrimas brotaron de mí como si hubiera acumulado una gran cantidad de tristeza a lo largo de mi existencia. ¿Quién era? ¿Por qué desapareció al instante? ¿Qué hacía ahí? Y, lo más importante: ¿Por qué sentía que era parte de mi vida y que lo había olvidado? Dolía, dolía mucho.

En algún momento me quedé dormida y soñé cosas sin sentido, cosas que solo pasaban en los cuentos, en las historias de miedo, en las novelas de fantasía. Y lo entendí todo. Entendí por qué siempre usaba términos como "humanos" o "mortales" para referirme al resto. Entendí por qué mi piel se mantenía como la de una muñeca de porcelana aún exponiéndome al sol. Entendí por qué odiaba el sol, por qué me sentía cómoda en la oscuridad. Recordé que, sí, les tenía miedo a los rayos, pero que no podía permitirme que ese miedo me dominara. Entendí que era algo más que una simple humana.

Entendí que ese chico estaba ahí vigilándome. Porque le importo. Porque soy parte de su vida. Porque mi vida, aunque a mí no me parezca justo, vale más que la suya. Porque estaba, y probablemente aún lo estoy, en peligro.

Recordé que era mi hermano. Y, hace muchos, muchos años, nos vimos obligados a separarnos.