Querido lector, espero que nunca tengas que pasar por lo que yo pasé, fue horrible.
Era un frío viernes de invierno. Estaba yo tan feliz en el ordenador hablando con cierta persona que nunca se pasa por aquí (y que justo ahora me está hablando y me desconcentra) cuando, de repente, parece que me he quedado sin Internet.
Al ver algo así, fui corriendo (realmente seguía sentada) a mirar el móvil con la esperanza de que fuese un problema de la antena cutre que tengo para que el ordenador tenga conexión.
No... no era problema de la antena...
Entonces esta vez sí que salí corriendo al comedor para quejarme y mirar que "el cacharro ese del wifi" (creo que se le llama router) estuviese bien.
Y no, no lo estaba... no tenía sus lucecitas encendidas...
Justo como dice la imagen, me quedé aislada de todo: de mis amigos que viven super lejos, de esa persona que no se pasa nunca por mi blog (y mejor que sea así, porque puedo hablar libremente de él)... de todo. Ya la primera noche fue horrible no, lo siguiente, pero aún me quedaba enfrentar algo peor: un fin de semana entero sin wifi... Esa primera noche me acosté tarde porque, por suerte, en la tele echaban un programa aceptable. Me he malacostumbrado a irme a dormir tarde por culpa de esa persona, así que en algo me tenía que ocupar. Me desperté el sábado como si no hubiese dormido nada, realmente dormí fatal por culpa de este tema pero aún tenía la esperanza de que los técnicos lo arreglasen. Pero no pasó así... por eso es que pone una semana en el título. Aún fue peor el domingo, ya que el sábado aún pensaba que se podría arreglar.
El lunes fui super feliz (y con unas preciosas ojeras, así con aspecto moribundo) a la universidad porque allí tenemos conexión. Necesitaba conectarme con el mundo, ni que fuese por un par de horas. En el tren de vuelta estaba toda feliz por haberme podido conectar pero el subidón cayó en picado cuando llegué a casa, donde seguíamos sin wifi...
"Vendrán mañana, dicen" me dijo mi padre (sé que no se pone así pero no me puedo parar a poner cursivas y eso y encima no sé porque no me deja ponerlo justificado...). Pero no, ni el martes, ni el miércoles, ni el jueves... El jueves nos llegó un módem de estos, un router... lo que sea, pero no era el que nos servía. Al fin, el viernes, después de tantas noches de insomnio y dolores de cabeza (prueba a no dormir casi nada en una semana y entenderás) me pude conectar. No sabes la felicidad que se siente, querido lector (o tal vez sí, para tu desgracia).
Después de esa horrible semana me di cuenta de taaaantas cosas. Algo que nos parece tan del día a día como estar conectado puede destrozarte la vida por completo. También pensé en que solo me molestaba no tener Internet por esa persona, o sea, si viviésemos en un mismo lugar (cosa que no es así...) me la sudaría no tener conexión por un tiempo, o eso creo ahora. La cuestión es que necesito estar conectada en mi día a día para ser feliz, por triste que parezca. Y sí, tal vez dependa de un simple humano pero eso es algo que no puedo evitar. También mi felicidad depende de si he comido, o no, chocolate. Uffff, eso si que me alegra la vida. El chocolate es lo más para mí. ¿Más que el queso? Mmmmm no podría elegir, me gustan por igual. Pero normalmente me apetecen más cosas dulces, como el chocolate o... ¡el chocolate! Si es que eso es felicidad extrema. Yo que sé, podría vivir feliz solo con conexión a Internet, algo de privacidad, chocolate, queso, pasta, agua para no deshidratarme, agua casi ardiendo para la ducha, pizza, chocolate, esa persona y... no sé si la lista sería mucho más larga, creo que con poco se me hace feliz. ¡Ah! y chocolate.
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